miércoles, 31 de julio de 2013

Agosto globero... lugares de ensueño... con algo de bici claro.

Los globeros como cada agosto se han lanzado a las vacaciones la mayoría con la bici a cuestas. Este año aparecen lugares fantásticos, algunos ya unos clásicos del verano globero, donde además de disfrutar de familia y amigos disfrutaremos de este deporte que tanto amamos. 
Espero que vayais contando vuestras batallitas veraniegas.

Por ejemplo, cásico entre los clásicos. Benasque y alrededores....

Otro clásico Valdelinares y alrededores...

Estacas de Trueba y alrededores...

Galibier y alrededores...
Bueno y algunos que querran ir a la playa claro...


martes, 9 de julio de 2013

Santoña 2013

Diez intrépidos globeros completaron en Cantabria un fin de semana de bici, cerveza y playa. El orden es discutible, pero todos estaremos de acuerdo en que el fin de semana fue de órdago.

El viernes a la hora acordada me iba con mi mochila a la gasolinera de Chic, donde tenía que recoger a don Javier Pajares. Mientras Javi descargaba su bici del coche, el mozo que trabaja en la gasolinera se me acerca y me pregunta que adónde íbamos con semejantes pepinos. "A Cantabria, chaval". "Joder, qué vidorra", me dice él. Yo le respondo que de vidorra, nada. Que vamos a correr el circuito montañés y que no tenemos ninguna gana; pero que el director nos ha seleccionado para tirar en los llanos y arropar a los escaladores."Somos los percherones del equipo, chaval, y hay que apechugar; qué se le va a hacer".

Dejamos al chico alucinado; mirándonos como quien mira a unas superestrellas, y ponemos rumbo a casa de Josep. Allí cargamos las bicis para dirigirnos puntualmente a casa Pedro, donde Gavilán ya aguarda impaciente tras haber completado el prólogo en el que marca el mejor tiempo. Mejor y único, porque fue el único mindundis que se desplazó hasta el punto de encuentro dando pedales como un pringao.


Gavilán celebra su triunfo en el prólogo.


16h 45, minuto arriba, minuto abajo, y ya estamos todos reunidos, de modo que tras fuertes abrazos arreamos para Igualada al encuentro de Bernat, Txema y Potrillo.


Tras saludarnos enfilamos hacia Santoña. En el coche 1 viajamos Barrilete, Gavilán, Pajares y Pipo (las estrellas, vamos); en el coche 2 Loreta, Paco y Toni (el pasado y el futuro ciclista del grupo) y en el coche 3 Potrillo, Txema y Bernat, que siendo como es un cohete sobre dos ruedas, al timón de un coche conduce con la paciencia de un monje tibetano. La minutada que le cae al coche tres es de órdago. En el área de servicio de Calahorra realizamos la última parada para reponer fuerzas y celebrar el 49 aniversario de Paco con una tarta que el bueno de Toni se había traído por sorpresa (qué grande eres, Toni) antes de seguir hacia el norte.








Toni le ofrece a su suegro el pastel de cumpleaños.

Llegamos a Santoña pasada la medianoche. Descargamos las bicis y Paco se erige en líder para guiar a la tropa hasta el barrio húmedo, que dice él. Ya en el centro refrescamos el gaznate con un par de pintas. Ni son las primeras, ni serán las últimas. Paco se queda admirado del ambientazo de Santoña. "Si yo me pensaba que me llevabas al pueblo de la Heidi", me dice. Así acaba la primera jornada. Nos acostamos con la mirada centrada en el monte de Cantabria.

Sábado 6 de Julio

A las seis y media me despierta un rumor de aguas. Es Paco, que a pesar de tenerlo requeteprohibido, ha soltado a traición una de abelardo la más grande del mundo y ha tirado de la cadena. El abuelo nos pone a todos en marcha: "vamos, chavales, que se nos escapa de las manos". Con los flamantes dorsales que el Gran Gavilán ha preparado, vamos calentando y lanzándonos miradas agresivas. Reina un ambiente tenso y es evidente que todos temen a la gran escuadra belga, comandada por el grandísimo Javi Navarro, a cuyas órdenes trabajamos Pipo, Bernat y Txema. La etapa se inicia a un ritmo superior al que yo hubiera deseado. Suerte que soy el único que sabe el camino. Ya en el km. 5 nos metemos por carreteras solitarias que nos aproximan con rapidez al pie de Lunada. Vacas, un caballo cimarrón en mitad de la carretera, y otras especies propias de la región salpican esta primera parte del camino.










La Lunada

Iniciamos la ascensión a la Lunada desde Liérganes. Tras hora y media de pedaleo el equipo belga, seamos sinceros, ya no asusta a nadie. Así que Paco despliega sus alas y empieza a poner ritmo. Yo trato de convenceerle de que la Lunada hay que subirlo relajado, disfrutando de las vistas y dejándose llevar, pero pasa de mí y baja dos piñones. Tras las primeras rampas selectivas, me veo destacado (para mi sorpresa) en el grupo de favoritos. Pajares, un hombre con un corazón grande, grande, se ofrece generoso a adelantarse para echarnos una foto. Gran error: esta carrera no perdona regalos de esta clase, y el bueno de Javi no volverá a ver la cabeza de carrera hasta la hora del bocata. Quedamos en cabeza Bernat, Pipo, Paco y Barrilete. Dos belgas contra dos mindundis de medio pelo. Y encima nuestros dos rivales no se entienden: Paco va recriminándole a Barrilete que va demasiado rápido. "Espera a que enganche el Javi, hombre; encima que nos ha sacao la foto". Pero a la que Josep levanta el pie, es Paco el que tira para arriba. De repente me doy cuenta de que no pinto nada entre tanto escalador y levanto el mío para ayudar a mi jefe de filas, que viaja en apuros un poco por detrás. Me dejo caer y subimos hasta San Roque de Riomiera el carro del pescao. En la fuente de San Roque llenamos bidones. La parada es aprovechada por el rata, que se da a la fuga a su más puro estilo; y después de jurarnos que sigue despacio mientras rellenamos nuestras cantimploras, sale corriendo como alma que lleva el diablo tratando de llegar a la cabeza de carrera. Voy ganando altura en compañía de Jordi y de  Navarro. Ni la compañía ni el escenario pueden superarse. La emoción al adentrarnos en el circo verde de la Lunada y contemplar la carretera colgada literalmente sobre el precipicio de prados es indescriptible. Hay que ir a la Lunada para subir un puerto así. No lo encontraréis en ninguna otra parte. Coronamos dignamente a un ritmo muy decente. Arriba Pajares tiene problemas con un pasiego al que le pide si puede sacarle una foto. El paisano le suelta: "no me da la gana". "¿Pero por qué, hombre?" "Porque no me da la gana", repite el desconocido. "Váyase a la mierda", remata enfadado Javu, sin sospechar siquiera que aquel encontronazo solo iba a ser el primero de una larga serie de ellos.


El equipo belga sacrificó a Van Pipen obligándole a trabajar en las estribaciones de la Lunada.


Pajares saca esta foto. Paco le dice: "hasta luego, Lucas, nos vemos en las Machorras".





Paco acaba de sacrificar al Pajares y sonríe sin escrúpulos. Al día siguiente les uniría un enemigo común: el Peluca.

















Las Machorras

Tras un rápido  descenso llegamos a la venta de las Machorras. La señora que nos recibe atribulada no acierta a decirnos lo que puede ofrecernos. No está acostumbrada a tanto ajetreo y de repente se le ha llenado el bar de gente rara vestida con pantalones de licra ajustados y vistosos colores. Así que nos da un lápiz y un papel y le escribimos lo que queremos. Lo que nos sirve son ocho troncos con tortilla  más secos que una palada de hormigón que nos hacen una bola en el gaznate y que nos harán pasar las de caín en el ascenso a la Sía. Definitivamente, en las Machorras no saben lo que es el aliño. Para deglutir a dos carrillos los troncos nos vemos obligados a regar el pan con abundante cerveza, salvo Toni y Alberto, que esta vez han sido los más listos y se han pedido un combinado de huevo frito, lomo, pimientos y patatas fritas. Afuera, en la terraza, tres o cuatro pasiegos están echando la tarde sentados mansamente con la vista perdida en el fondo del valle. Uno se imagina que llevan así toda la vida, viendo las horas pasar. En estas que aparece un ciclista con buena presencia, se le acerca a uno de los pasiegos y le pide un cigarro. El pasiego se lleva la mano al bolsillo, se saca el paquete de Ideales y le espeta: "le voy a dar uno, pero ahí en la máquina tiene los que quiera". Gente dura como el pedernal, la de estos valles pasiegos.



Navarro no sabe que estos bocatas van a ser su tumba.

En la foto, el pasiego de los Ideales y más atrás el ciclista fumador.


El Portillo de la Sía

Con la tripa llena nos despedimos de las Machorras sin atrevernos a pedirle un cigarrilllo al paisano de las malas pulgas, y sin tener tiempo a digerir lo comido rápidamente atacamos las primeras rampas del Portillo de la Sía. El ritmo al que subimos no es lento si tenemos en cuenta lo comido, además de la solana que cae a plomo en el momento de la ascensión. La Sía es un puerto precioso, y solo el hecho de que uno acostumbre a subirlo después de haber sentido el hechizo de la Lunada, hace que no valore esta belleza en su justa medida. Personalmente, lo que más me llama la atención cada vez que subo este puerto es el silencio que nos envuelve durante el ascenso. Y sin ser duro, tiene la suficiente dureza como para que el tirano de Pozo nos vaya enfilando y nos obligue a la mayoría a buscar nuestro paso. Tras el ascenso por la vertiente burgalesa entramos nuevamente a Cantabria, para difrutar de uno de los descensos más espectaculares que puedan acometerse buscando el fondo del valle de Asón hasta Arredondo.

Un astado sale a animar a Navarro, que asciende solitario envuelto en el aire silente de la Sía.



A lo lejos Pajares y Toni maldicen el bocata y los huevos de las Machorras en la soledad del Portillo de la Sía




Parece carrera, pero yo más bien lo llamaría "El show de Truman". Puro cartón piedra.


Alto del Portillo de la Sía.


Nacimiento del río Asón.


La batalla final: Cruz de Usaño y Fuente las Varas

El descenso nos lleva hasta Arredondo, y tras rodar durante tres o cuatro kilómetros nos plantamos ante las primeras rampas del modesto collado de la Cruz de Usaño, donde la carrera iba a vivir sus momentos más trágicos. Apenas divisamos la primera rampa, Javi, que no se sabe estar quieto cuando se mete un energy block entre pecho y espalda, arranca con fuerza y abre un hueco aparentemente insalvable para los capos. El calor es asfixiante. Paco pone a trabajar a Barrilete, y a mitad de puerto vemos que el chaval nos espera en un cruce indeciso y sin saber hacia dónde tirar. Para que nadie piense que se trata de una excusa burda para descansar, Javi pega otro estacazo y vuelve a poner un buen trecho de por medio. Pero tantos esfuerzos se pagan, y unas curvas más arriba vuelve a aparecer la figura alicaída de Javu, que va dando chepazos y busca desesperadamente aire como un pez fuera del agua. El resto es pan comido para Barrilete, que echa un par de cuentas con la calculadora y le sirve la victoria en bandeja a Paco robándole su ilusión de juvenil a don Javier, un jornalero de la gloria que lo único que pretendía era ofrecerle la victoria a su santa madre. Ya ves, Javier, el año que viene tendrás que comerte pastillas más gordas para que estos lobos no te pillen. Yo, por mi parte, aguanto con los capos hasta que, cerca del kilómetro final me atufo completamente y corono vacío el collado. Ya en el desierto valle de Matienzo, espero al grupo de detrás para subir al tran tran el collado de la Fuente las Varas, donde paso mi via crucis particular: diez metros más y llego reptando.

El resto es dejarse caer hasta la ría de Treto, tomarse una refrescante cerveza y volver a relevos (por cierto, chavales, a ver si llamamos al Manolo Sáinz y le pedimos que nos dé cuatro clases, porque sincronizamos que te cagas) hasta la bahía de Santoña con tiempo para ver en la tele a los ciclistas de verdad, porque como siempre dice el sabio Gonzalvo "payasos, están los de la tele, pero los hay en todas partes; ahora, los ciclistas de verdad solo son los que salen en la tele".

Pero claro, los ciclistas de verdad no pueden disfrutar después de la etapa de lo que disfrutamos nostros: un baño reconstituyente en la playa de Berria, una deliciosa hamburguesa, una ducha reponedora y unas rabas deliciosas regadas con cerveza mahou especial. Especial el precio, porque el sablazo del Peluca que nos atendió fue de padre y señor nuestro. Aunque el Peluca por lo visto no ha visto la trilogía del Señor de los anillos y el final de la primera y segunda entrega, en la que pone "tobé continúe". Pajares no hizo más que maldecir al Peluca durante las siguientes tres horas, y por más que intentábamos tranquilizarle, no había manera de alegrar al muchacho y que hiciera pelillos a la mar. Tras ir a los toros, cenamos junto al mar. En Casa Emilia, donde fuimos atendidos con la amabilidad propia de la gente de esta tierra cántabra, dimos cuenta de una cena de campeonato a base de chicharros, sardinas, lubinas, cervezas y ensaladas.

Futuro y pasado ciclista de la familia. No hay más que ver las tabletas del Toni y comparar con la única tableta de Paco.

Menudo equipazo. Menudo desparrame de lorza. Como dijo el Paco: "se nota que todos trabajamos en la misma obra"

¿Alguien es capaz de encontrar las ocho cientas mil diferencias que hay entre esta foto y la anterior?

Lo que yo os decía: payasos pueden encontrarse en todas partes.

Tan intenso fue el día, que hasta Paco dio por buena la jornada y condujo el rebaño directamente hasta el corral sin pasar por el centro de Santoña a disfrutar de una última ronda. Ya en casa me acuesto y repaso mentalmente la jornada, tratando de retener en mi memoria algunas escenas y frases. Trato de recordar en el sentido contrario a como las cosas suceden en el tiempo; es decir, hacia atrás, como si con ello llevara a cabo una suerte de venganza contra éste, que siempre nos empuja hacia delante. Y así mi memoria rescata aquel murmullo ahora ya lejano del agua, y me doy cuenta de que no era la cadena, joder; era el cabrón de Paco Pozo, que rellenaba sus bidones con el agua hiperyodada de Santoña, que actuó en sus piernas como auténtica gasolina super sin la que ni por esas hubiera sido capaz de maltratarnos como lo hizo por esas  carreteras de dios. Y de Cantabria.


Domingo 7 de Julio

Rumor de aguas, "vamos chicos, que se nos va de las manos", ajetreo de corredores yendo y viniendo por el pasillo, miradas tensas, aguas yodadas ... y ponemos rumbo a Laredo y Bilbao por la antigua carretera que se eleva y desciende junto al mar. Los coches circulan por la nueva autovía, de modo que la vieja carretera ha quedado para uso casi exclusivo del ciclista y el de unos pocos paisanos que las usan para acceder a sus valles.












Nosotros accedemos al de Villaverde por una carretera tranquila en la que por primera vez encontramos un hervidero de grupetas que circulan por la zona. El aumento notable de ciclistas que encontramos en la zona no es de extrañar: estamos en el país vasco. Una vez en Villaverde degustamos las tortillas de La Capitana, que nos recibe con amabilidad, simpatía y los  encantos de Olatz, a quien pondríamos un diez si no fuera porque casi mata de hambre a Toni. Por un error de Olatz al tomar nota su tortilla de pimientos llegó a la hora de marchar. Tras el almuerzo el equipo Peras y Zumos hace labor de equipo en la Escrita y un inspirado Potrillo remata la faena en la cima aprovechando su minuto bueno.






Y tras perdernos en Udaya, finalmente remontamos hacia la ría de Treto por una carretera preciosa que nos devuelve a Santoña.






Cuando menos se lo esperen estos flanders me vengo de lo de la Cruz de Usaño y arreo el estacazo. 







Y llegados a este punto, ya lo único que quedaba por hacer era tomarse un bochinche donde el barco del chanquete, ducharse, y ir a ajustar cuentas con el Peluca. Hasta el próximo año, amigos, ha sido un lujo compartirlo con vosotros.

Así de triste y callacuezo se quedó Javu porque ya  nos íbamos.