Un año más la hermandad globera cumplió con la tradición y se reunió en el Cuenca a celebrar el penúltimo desayuno del año. Por la mañana unos se reunieron en las flores, otros subieron desde Sant Cugat, y otros aparcaron los coches en font groga para acercar a la cantera. Las distintas romerías se juntaron en fuentelporrón hallando con sorpresa un raquítico y semi vacío porrón. En fin, la crisis. Tras el frustrado intento de inmortalizar la escena (Caballo baja las trialeras que se las pela; pero tirando fotos es catastrófico), siguió la procesión. Nuevo reagrupamiento en la colina Heineken, donde el tradicional barril fue substituido por unas miserables latas compradas para la ocasión. En fin, la crisis nuevamente. Descenso y almuerzo por todo lo alto. En el Cuenca el único que pareció notar la crisis fue Diego: ni vino, ni menú ciclista, ni puro, ni cava, ni turrón. Total, pa no andar un pimiento. El resto, el tipico plato ciclista.
En el bar, Adrià demostró grandes dotes logísticas, consiguiendo recolocar a toda la globerada en disposición más familiar, a pesar de la oposición de todos, excepción hecha de Alberto (Adrià organiza mesas que se las pela; aunque bajando trialeras sea catastrófico).
Ya vacías las jarras, se rompió la tradición de proponer retos imposibles (que si hasta León haciendo autostop, que si a Alemania a la pata coja...), y Ezequiel tomó todo el protagonismo emulando a supermán sin capa y sin superpoderes. Otrosí, a falta de otras prendas, lució un espectacular superpaquete que cágate pedrín. Obligado recordar la mirada entre atónita y obnubilada de Caballo loco.
Mariposón |
¿Habrá descubierto a estas alturas de su vida la homosexualidad que el resto de la pandilla hace tiempo que le suponemos? Cada uno que juzgue por la foto. A parte de lo dicho, y como ya ha sido comentado por diversos foros y forillos, Adrià fracasó estrepitosamente en su intento de romper con la frente una nuez. Menudas, las nueces vascas. Ya de vuelta, desbandada general, y cada uno a su redil. Quien escribe aún tuvo tiempo de bajar el senderito del porrón y echar el pie a tierra al llegar a la zona hiper-resbaladiza de la roca del final. Tras hacer equilibrios sobre el musgo y acabar con sus posaderas en el suelo, se quedó en un talud para ver cómo se caían uno a uno los que venían por detrás. Pasmado me quedé al ver triscar de piedra en piedra como auténticas cabras a Paco, Loreta, Caballo y Karpas. Visto y no visto. Si Rodríguez de la Fuente viviera, os dedicaba un programa, fijo.
Por cierto, no quisiera cerrar esta crónica sin anotar que en la reunión gastronómica se echó de menos a Jiménez, a Jordi, a Isma y a Felipe. Esperemos que no falten a la próxima.